Una inmensa rosca ardiente de roca vaporizada que gira y gira en torno a un núcleo derretido. Permanece así durante unos cientos de años y, al ir perdiendo calor, se condensa hasta formar el “embrión” de un planeta. O dos, un planeta y su satélite. La Tierra y la Luna, por ejemplo.
Esa formación vaporosa acaba de entrar en forma de hipótesis en la historia de nuestro origen. De momento, es una teoría desarrollada por los investigadores Simon Lock y Sara Stewart de las Universidades de Harvard y California en Davis, respectivamente. Un nuevo tipo de cuerpo celeste que podría explicar algunas de las fases de formación de planetas. En un estudio publicado en Journal of Geophysical Research lo han dibujado así, en amarillo, y lo han bautizado con el nombre en inglés de synestia (del griego antiguo syn, juntos, y Hestia, la diosa del hogar y la arquitectura)
Pero ¿cómo han llegado a imaginarlo?
Las teorías actuales sobre el origen de los planetas rocosos (como el nuestro, Marte o Venus) parten de discos de rocas y polvo orbitando estrellas. Sus componentes empiezan a colisionar y amalgamarse en fragmentos mayores que se evaporan en parte, se derriten en parte, se enfrían y van así configurándose hasta la forma planetaria que conocemos ahora.
Lock y Stewart han querido observar más de cerca ese proceso de choque y fusión. Para ello, han realizado simulaciones de fragmentos de diversos tamaños, velocidades, masas o velocidades de rotación. Y, según sus resultados, hay más de un final posible para esos encontronazos cósmicos. Todo depende de las características de sus protagonistas. Aunque algunas de esas combinaciones pueden dar lugar al proceso de formación comúnmente aceptado ahora, otras pueden llevar a un resultado inesperado.
Si los cuerpos que colisionan presentan un considerable y similar tamaño, y una temperatura y momento angular elevados, sus choques pueden originar esas nuevas synestias. Estas serían estructuras mucho mayores que cualquiera de ellos, porque al deterrirse o gasificarse, el material de sus componentes aumenta muchísimo su volumen.
Según los autores, este nuevo estadio podría haber formado parte de la historia de la mayoría de las planetas y su duración aumentaría con el volumen de los elementos que la formen.
Ahora que conocemos este posible episodio de nuestro pasado, solo queda confirmarlo, quizá intentando sorprender synestias en acción en otros Sistemas Solares. Una nueva tarea para los encargados de observar nuestro Universo.
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